Reseñas publicadas
«Una novela que se interna por paisajes radiantes de la inteligencia humana y por los paisajes reales de esta tierra nuestra que allá por los años 20 y 30 conservaban mucho de su fuerza indómita, al igual que la joven Victoria.»
Luisa Valenzuela
“Autora de ficciones históricas merecidamente celebradas (La pasión de los nómades, La princesa federal), en Las libres del Sur María Rosa Lojo ha reemplazado los protagonistas históricos de sus anteriores libros por personajes reales de la vida literaria. (…)
El último libro de Lojo reconstruye con innegables aciertos en la descripción psicológica y la pintura de ambiente, los años de la década del 20 y primeros del 30 a través de la personalidad de Victoria Ocampo, soberbia y espléndida anfitriona de ilustres hombres de letras extranjeros como Rabindranath Tagore, José Ortega y Gasset, Hermann Von Keyserling y Waldo Frank, entre otros, a los que se suma en estas páginas la presencia de argentinos como María Rosa Oliver, Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal. Pero ninguno de ellos tiene papel protagónico, ni siquiera Victoria Ocampo, de la que se traza un fiel y sugestivo retrato. La protagonista es Carmen Brey, personaje inventado, con rasgos de la propia autora, cuya historia paralela se cruza con la de Victoria y sus amigos. (…)
uy lograda es la descripción del vehemente Hermann Von Keyserling y su áspero vínculo con Victoria, así como la afectuosa relación de ésta con el norteamericano Waldo Frank, quien le aconseja fundar una revista que testimonie sus inquietudes culturales. Otro intelectual admirado por Victoria, Pierre Drieu La Rochelle, aparece con la agudeza de su talento y su ambigüedad, certeramente evocado. Todos estos personajes hablan inteligentemente, como debieron de haberlo hecho, y en sus diálogos y afloran las ideas sustentadas en sus libros. Es ésta una de las mayores proezas de la autora; no sólo la descripción física y psicológica sino también intelectual de cada uno de ellos, vistos desde la mirada objetiva y sagaz de una mujer ajena a su círculo.
El relato, enriquecido por un pulcro manejo del idioma, que se caracteriza por su riqueza y plasticidad, abunda en felices recursos narrativos. Cabe señalar algunos hallazgos, como el pasaje en que Carmen, tras los rastros de su hermano, viaja a Los Toldos acompañada por Borges y Marechal. Allí conoce a una niña llamada María Eva, que la lleva a casa de su madre, doña Juana Ibarguren de Duarte” (….)
Todos los personajes tienen espesor vital, trascienden incontestable carnadura humana, hasta los que apenas participan fugazmente, como el hermano de la protagonista, Francisco Brey, y el viejo idealista gallego Peregrino Loureiro. Mientras tanto, en segundo plano, se suceden los acontecimientos más significativos del país: la crisis económica de fines de la década del veinte, el golpe militar del general Uriburu. El relato concluye en 1931 con la aparición del primer número de la revista Sur y, del otro lado del océano, la proclamación de la República en España.
Libro que es a la vez novela y relato sobre hechos y seres reales, Las libres del Sur nos revela la madurez de una escritora que, al margen del interés de la historia, domina la artesanía de la narración y posee la clave de lo que para Robert Louis Stevenson era la condición primordial de toda obra literaria: la amenidad.” (Antonio Requeni. La Nación, Buenos Aires, abril de 2004).
“Dos tramas se enlazan en esta novela, en la figura de la inmigrante gallega Carmen Brey Moure, quien a poco de terminar sus estudios universitarios, viaja a la Argentina contratada para servir de intérprete a Rabindranath Tagore, invitado ilustre de Victoria Ocampo. A partir de este hecho, surgirá la narración que tiene como ejes la vida profesional de la joven, y su vida privada. La vida profesional le permite a la gallega ser testigo de la vida cultural de Buenos Aires, en la que se destaca la figura avasallante de Victoria Ocampo, que se vincula con Rabindranath Tagore, Ortega y Gasset, Keyserling, Drieu La Rochelle y Waldo Frank, entre otros. Es este último quien la anima a crear la revista Sur, concebida como una expresión de los americanos, "Una revista imprescindible. Que sea un puente entre las dos Américas. Que revele nuestro destino común, y también nuestras diferencias con respecto a Europa". (…)
Las libres del Sur es una de esas novelas que se leen con placer, y con intriga, ya que María Rosa Lojo nos tiene en vilo a lo largo de las doscientas sesenta y cuatro páginas. Es también, una novela para meditar, para volver una y otra vez sobre los textos de personalidades incluidos en la misma, y sobre las propias reflexiones de la protagonista, tan lúcida y tan querible.” (María Marta González Rouco.
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/gonzalez_rouco_maria/las_libres_del_sur.htm)
“Hace alrededor de tres años, María Rosa Lojo cerraba un reportaje que le realicé, anunciando que estaba terminando de escribir, corrigiendo y perfeccionando un libro sobre Victoria Ocampo que vería la luz a la brevedad. El tiempo transcurrido hasta su publicación habla de su profesionalismo y su seriedad a la hora de escribir. Valió la pena esperar. Resultó un libro que cumple ampliamente con las premisas propuestas. Una obra que abarca desde 1924 hasta 1931 -incluyendo los comienzos de la revista Sur, testimonial e imaginativa, con profundas implicancias psicológicas y descriptivas de sus personajes reales o imaginarios.
Escribir sobre Victoria Ocampo es todo un desafío para la originalidad por lo mucho que se trató y se sigue tratando el tema. Tampoco es fácil captar con fidelidad el espíritu de época, ni el lenguaje, ni los modismos, por bien informado que se esté. (…)
Se advierten en el libro dos vertientes importantes: una, exterior, desde la sensibilidad y apreciación de Carmen Brey -el personaje- desde su propio mundo e historia personal ligada a la de Victoria Ocampo y simultáneamente una inserción interior de María Rosa Lojo que se acerca al mundo y época, proyectándose desde su ascendencia española, logrando ensamblar y perfilar dos universos tan particulares y fuertes.
En suma, Las libres del Sur conforma una novela felizmente lograda en el empleo de los recursos narrativos y ficcionales. Muestra con originalidad y pulcritud de lenguaje, la seductora mixtura de aristocracia y rebeldía que animó a Victoria Ocampo a emprender su invalorable tarea creativa literaria y su aporte a la defensa de derechos adquiridos, desde el reconocido oficio literario de M. R. Lojo.” (Horacio Semeraro. La Gaceta, San Miguel de Tucumán, 23 de noviembre de 2004)
“María Rosa Lojo es poeta, es novelista, es crítica, y puso todos sus talentos en juego para crear Las libres del Sur, una novela que se interna por paisajes radiantes de la inteligencia humana y por los paisajes reales de esta tierra nuestra que allá por los años ‘20 y ‘30 conservaban mucho de su fuerza indómita, al igual que la joven Victoria.
(…) Pero para poder pintar con pinceladas más imaginativos aquel mundo real --que ya había sido tan bien narrado por María Esther Vázquez--, a esta otra María le hizo falta encontrar, como dije al principio, una tercera persona que triangulara las identificaciones y que actuara de eje y a la vez de bisagra de la trama.
Así surgió Carmen Brey, como hecha a medida. Carmen es el ojo de la Galicia ilustrada que va a mirar a Victoria Ocampo de cerca, la va a comprender y a veces a aconsejar, con su personalidad dulce y a la vez firme y respetuosa, nimbada por un sentido del humor bien celta, perfecto para entender a la afrancesada dama criolla educada a la inglesa. Carmen Brey es el catalizador que le permite a la autora salvarse de una identificación peligrosa con su protagonista. O es más bien una protagonista en bambalinas, una verdadera libre que como no es del sur no le hace sombra a la otra, aportando con desenfado las luces de la autora. (…)
Podríamos decir que es un desdoblamiento de la autora, y es a un tiempo la contracara de Victoria, allí donde la una es la pasión centrífuga que todo lo quiere abarcar y todo lo salpica --en un narcisismo deslumbrante por lo omnívoro y por lo dadivoso, espléndido—y la otra, Carmen, es la pasión centrípeta, autocontenida, que se manifiesta con un sutil sentido del humor y de la poesía.” (Luisa Valenzuela, “El juego de Carmen Brey”, en María Rosa Lojo: La reunión de lejanías, Westminster: ILCH, 2007)
“No hay una palabra que sobre ni una palabra que falte en Las libres del sur. La oralidad está perfectamente registrada y los lenguajes de la reflexión y de la pasión, de las pasiones, no interrumpen la acción ni los diálogos sino que los enriquecen. Se oye la voz de Victoria Ocampo, pero también las de Borges y Marechal y la de Carmen Brey entre las de Tagore y Keyserling y Ortega y Frank.
Una novela, sí, pero algo más. Y no es que las novelas necesiten algo más para ser ricas y contundentes como lo es ésta. Es que en Las libres del sur la invención y eso tan difícil de atrapar que es la verdad, se funden gracias a las palabras en un libro que no vamos a olvidar con facilidad. (Angélica Gorodischer. “Novela que no es novela. O sí.” Sobre Las libres del Sur. En Cien islas. Rosario: Editorial Fundación Ross, 2004, pp. 115-118.
“L’enorme lavoro di ricerca documentale, bagaglio principe del romanzo di María Rosa Lojo La musa ribelle, è indubbio e percepibile da un lettore avvertito sulle figure e sull’epoca a cui rinvia il testo: la vita di Victoria Ocampo, negli anni che vanno dal 1924 al 1931, e i suoi contatti con il poeta indiano Rabindranath Tagore, il filosofo spagnolo José Ortega y Gasset, il filosofo russo-tedesco Hermann von Keyserling, lo scrittore francese Drieu de la Rochelle e lo scrittore e giornalista nordamericano Waldo Frank. Ma è anche vero che la sensibilità e la tecnica della scrittrice fa sì che storia e finzione si intreccino mutualmente contribuendo l’una alla creazione dell’altra e permettendo così una lettura lineare, affascinante e spesso divertita anche a chi non è al dentro delle vicende della storia culturale argentina.” (Camilla Cattarulla, Altre Modernita, Universita di Milano, 2011)
« Tutte le donne del romanzo esaminano il mondo, lo rielaborano e ce lo restituiscono. Carmen osserva con occhi «spalancati sul mondo come fogli assorbenti» (da una canzone di Guccini); Victoria, occhio su cui insiste il narratore, scruta dalla profondità del suo essere.
E qui possiamo continuare a giocare con la mostruosità. Se, dal punto di vista maschile, la donna è la barbarie, allora lo sguardo di Victoria funziona come un’antropofagia visiva. Occhio che assimila la conoscenza per rielaborarla; prende dal sapere l’utile ed elimina ciò che ripudia; interiorizza i giudizi e li assorbe in un corpo libre (en el Sur) dai preconcetti maschili o europei, avulso dalla parola storica che, pur senza conoscere, pretende comunque di spiegare e dominare l’Altro. (Andrea Pezzè, Annali, Universitá degli Studi di Napoli ‘L’Orientale’, 2011)
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